extraido de Poemarios de Mujeres
filóloga por convicción, correctora editorial de profesión y
escritora por devoción, se atreve con todos los géneros: poesía, relato, cuento
infantil, teatro, microtexto…, y ha cosechado en los últimos años varios
premios:
• En mayo
de 2004, el Teatro Ponent de Granollers representó la obra colectiva Dones sota
traïció, en la que Ester Vallbona participó con el texto dramático «Flores para
Ana».
• En junio
de 2006, su relato Conversaciones a solas fue finalista del III Certamen de
Narrativa Breve Canal de Literatura.
• En
octubre de 2006 quedó finalista en el «XXVIII Premio Internacional de Poesía
Ciudad de Melilla» con su libro de poemas El verbo presentido, que figura en
Laberinto íntimo.
• En abril
de 2007, ganó el primer premio del V Premio de Cartas de Amor, organizado por
el Ayuntamiento de Granollers (Barcelona), con su texto Carta de amor de un
desconocido.
• En julio
de 2010 ganó el Primer Concurso Dues Tintes con su texto Un tal León.
Esta autora colabora en varias revistas y páginas web
literarias y, desde 2005, tiene su propio blog, La Letra Escarlata.
Títulos publicados: Laberinto íntimo (2008)
Poemas:
Si soy rara...
Si soy rara por intentar sembrar en el camino semillas de
alegría.
Si soy rara por sonreírle a la vida aunque me lo ponga
difícil.
Si lo soy por creer que el mundo es un ser vivo que tiene
derecho a recibir,
no sólo a dar.
Si lo soy por prestar oídos al pulso de la naturaleza
en lugar de a los engañosos cantos de sirena de la sociedad.
Si defiendo que la ayuda no se compra ni se vende,
sino que se presta.
Si me emociona el retorno,
cada año,
de una golondrina al nido que la vio nacer.
Si me indigna ver a una mujer con las manos ajadas de
trabajo mal recompensado.
Si me duele el niño de mirada marchita
que se cruza en mi camino.
Si soy rara por pensar que a la humanidad le queda una
esperanza
mientras haya una sola persona que lo crea.
Si consiguen embelesarme el sonido de una nota,
el arrullo de un mar en calma.
Si no escucho las palabras
porque me pierdo en la voz que las pronuncia.
Si soy rara por despertar,
a media noche,
con la urgencia de un verso prendido en mi boca.
Si soy rara por creer que el corazón me da la libertad y la
razón me la quita.
Si soy rara por vestirme de payaso para robar una sonrisa
amiga.
Si lo soy por mirarme en unos ojos con la esperanza de verme
reflejada en ellos,
entonces, sí.
Entonces confieso que soy rara,
y mientras quede en mi cuerpo un soplo de vida
lucharé por seguir siéndolo y por dejar constancia de ello.
Detesto
Detesto a la gente que me condena sin tomarse la molestia de
conocerme.
No soporto a los que no miran de frente,
a los que miran por encima del hombro,
a los que hablan a la espalda.
Aborrezco a aquellos que te valoran por lo que tienes o,
peor, por lo que no tienes.
Me repugnan los que creen que el dinero lo compra todo y a
todos.
Maldigo a quienes no respetan la vida
y ponen en manos de críos máquinas de matar y no juguetes.
Me aburren quienes no tienen nada que decir
y se conforman con lo que dicen los demás.
No aguanto la envidia.
Censuro la maldad.
Reniego de la mentira.
Me apenan los que traicionan la palabra confianza.
Desapruebo las batallas,
si no son por amor.
Sin embargo, valoro a quienes se toman la molestia de
conocerme
antes de juzgarme.
Me seducen los que me miran cara a cara, con mirada franca.
Aprecio a quienes me quieren por lo que tengo y lo que
perdí.
Me cautivan los que no venden su alma, la regalan.
Admiro a quienes saben hacer felices a los demás,
a los que regalan a un niño un sueño, una esperanza, una
ilusión.
Me interesan quienes miran hacia dentro
y descubren que necesitarían dos vidas para explicar todo lo
que ven.
Me entusiasma la generosidad.
Alabo la bondad.
Bendigo la verdad.
Me alegra poder conjugar, día tras día,
el verbo confiar.
Apruebo las batallas que se ganan con palabras, con besos.
Y, por encima de todo, te amo a ti, por lo que eres,
por lo que haces de mí.
Necesito
Necesito creer en un mundo en el que un día alguien abra su
mano
y otra la ocupe sin preguntas.
Creer que si extendemos los brazos,
otros los abarcarán sin detenernos.
Necesito ver un horizonte libre de fronteras, colores o
banderas.
Necesito creer que pronto encontrar la paz será una opción
personal
y no el ruego de una nación mordida por la guerra.
Necesito que mis hijos sepan que quizá no les legué un mundo
demasiado amable,
pero sí que hice todo lo posible porque lo fuera.
Por eso necesito encontrarte en ese mundo que quiero para mí
y para ti.
Necesito que tu mano reconozca la mía y que nuestros brazos
se vistan de abrazos.
Necesito que tus ojos me devuelvan la calma que hoy huye a
mis espaldas.
Pero, por encima de todo, necesito que tú también me
necesites,
aunque el nudo de este trabalenguas se empeñe en enredarse
entre tú y yo
y se me ponga el alma en carne viva al descubrir que aún no
te encontré
y ya te estoy perdiendo.
Déjame decirte
Déjame decirte lo que ayer no supe.
Deja que llene,
para siempre,
mi carne de calma.
Déjame contarte
por qué no pude darles
más que espadas a tus labios
y abrojos a tus manos.
Déjame que llore hoy la dicha perdida,
déjame pasar cuentas con este torpe ser
que habita en mí a escondidas.
Si no te di lo que esperabas,
si no busqué dentro de mí,
fue por temor a que,
detrás de espadas y abrojos,
creciera fuerte
una flor con tu nombre.
Razones de cómo te
quiero
Puede que algún día te preguntes si te quiero.
Puede que algún día me preguntes si te quiero.
Y, cuando llegue ese día,
no tendré más remedio que decirte
que te quiero y no.
O mejor,
que sé cómo te quiero y cómo no te quiero,
lo que, en realidad, es decir que sí te quiero.
Así pues, no debería embarcarme en trabalenguas absurdos,
pero ya sabes que me encanta liar, anudar, enrollarlo todo,
y sentarme a esperar que me rescates del embrollo.
Yo sé cómo te quiero.
Te quiero como el mar a las gaviotas,
como el verano a la fruta,
como la voz al silencio,
como la noche a la albura.
Y sé cómo no te quiero.
No te quiero como el yugo que aprisiona.
Ni como el cerco que acorrala.
No te quiero como un lazo que aprieta y ahoga.
Ni como un arma cargada de promesas afiladas.
Yo te quiero como la tinta al papel,
como la palabra a un verso,
como un beso sin cuartel.
Ahora ya sabes cómo te quiero y no.
Y puede que algún día te preguntes si me quieres,
y puede que me quieras y no.